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Cristo, nuestra vida.

Se puede afirmar que el noviciado es el periodo de formación más determinante en la vida de un legionario. Todo el camino formativo delineado en esta Ratio en sus diversos objetivos tiene aquí su inicio y  fundamento. En el noviciado se trata de nivelar el terreno del alma y poner unos sólidos cimientos para la vida sucesiva. En lenguaje profético, podemos decir que el Espíritu Santo obra en el alma del novicio para arrancar y arrasar lo que en él hay de pecado y de mundanidad espiritual, para destruir y demoler su egoísmo, para reedificar y plantar (Jer 1, 10) una nueva mentalidad en Cristo, una pertenencia a Dios, a la Iglesia, a su nueva familia religiosa. El noviciado se caracteriza por un ambiente de recogimiento y regularidad, necesarios para un discernimiento vocacional serio, una intensa vida de oración y un ferviente deseo de consagrar la propia existencia al servicio del Señor.

 

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